06 marzo 2011

El perro del patio.

Soy más jóven, estoy en el patio de mi antiguo colegio junto a mis antiguos amigos y algunos de los actuales, y mi novia.

Jugamos en el patio, yo puedo volar, me cuesta conseguir altura, vuelo a un metro del suelo como mucho, a veces a 3 o 4, pero a partir de esa altura me cuesta mucho esfuerzo subir más alto. Mi novia se ha traido un perro, a mi me pone muy nervioso, es un perro piojoso, sucio, con el pelo arrugado, rasgado, desuniforme, y con la piel medioarrancada, parece un perro zombie, sus ojos son dos bolas negras como el tizón y se le salen de las órbitas. Se le puede ver el hueso del cráneo a través de cualquiera de los muchos trozos de piel y carne que le faltan en la cara.

Me da mucho, mucho, mucho asco el perro, así que me elevo del suelo para que no me toque, pero el perro se empeña en acercarse a mi, me persigue y me quiere tocar, me pongo a volar por todo el patio de un lado a otro intentando alejarme de él, con los nervios no consigo subir muy alto, y el perro, que está justo debajo de mi, salta y me roza. Yo revoloteo asqueado y angustiado, al final aterrizo en el centro del patio. Unos amigos y yo hacemos corro dejando al perro en medio, saco una pistola de debajo de mi gabardina, una Beretta gris, modelo 92S, apunto al perro y me pongo a disparar disparar sobre él hasta que gasto todo el cargador menos la bala de la recámara, uno de mis amigos le abre la boca al perro, ya muerto, para que yo dispare mi última bala dentro, y así asegurarnos.